1930 a 1945
En la cubierta del barco una pequeñita corretea, alegre y despreocupada. Su madre Matilde la observa en silencio, voltea con ansiedad hacia la tierra que ya se divisa, van a “hacer América”, van a Venezuela. Su esposo, Noah Lerner, llegará al encuentro de sus dos amores, para reconstituir su amada familia, en esta patria nueva que les ha abierto los brazos. La niña ha dejado de corretear y se acurruca a las faldas de la madre, pero su curiosidad hace que se levante a ver el movimiento de la llegada. Ruth, que es el nombre de la niña, ya está en brazos del amoroso padre.
Se instalan en Valencia, en donde nace la hermana menor, Elisa, y luego, definitivamente en Caracas, donde permanecerán para siempre.
Matilde se ingenió para orientar a sus dos hijas hacia sus vocaciones naturales. Ruth educadora, Elisa escritora. Con el padre Noah las dos aprendieron a “ir por la vida impolutas y serenas”.
Ruth estará destinada a ser “una de los grandes forjadores del proceso irreversible que democratizó la educación en Venezuela”. En Elisa vencerá el deseo de trascender por su escritura que por su apego a las leyes.
Ruth egresa del Liceo Fermín Toro e ingresa al Instituto Pedagógico Nacional para ejercer la docencia en las especialidades de Biología y Química, de donde egresa en 1945 como integrante de la Promoción José María Vargas, habiendo compartido con profesores y compañeros de estudio que también llegarían a ser grandes figuras de la educación venezolana, entre los cuales podemos recordar a Luis Beltrán Prieto, Augusto Pi Suñer, Mariano Picón Salas, Olinto Camacho, Juan David García Baca, Eduardo Crema, Francisco Tamayo; José Vicente Scorza, Luis Manuel Peñalver, Manuel Montaner, Enrique Vásquez Fermín, Ignacio Burk, Humberto García Arocha, José Almea (quien será su esposo, padre de sus hijas y compañero eterno).
Fue gremialista y participó de dos instituciones gremiales que habían sido creadas: una en 1932, que después se llamó Federación Venezolana de Maestros, y otra, en 1943, el Colegio de Profesores de Venezuela.
1945 a 1948
Ruth comenzó a dar clases en el Liceo Fermín Toro y, después de un breve noviazgo, contrajo matrimonio en 1947 con su compañero de promoción José Almea, decisión que constituyó la primera gran muestra del carácter indoblegable de Ruth.
Este trienio significó esfuerzos y entusiasmo para la población venezolana: se inició un gran proceso de alfabetización; se eligió, por primera vez, al Presidente de la República mediante el voto universal, directo y secreto –de la cual salió electo el escritor Rómulo Gallegos, con más de 76% de los votos–; hubo un gran crecimiento de la matrícula escolar; se promulgó la primera Ley Orgánica de Educación, la Ley de Reforma Agraria; se asumió una actitud de dignificación con el petróleo al establecerse lo que se llamó el Fifty-Fifty; se sancionó una nueva Constitución Nacional, que no fue puesta en funciones por el golpe de Estado del 24 de noviembre de 1948. Ruth y José Almea fueron activos participantes de los adelantos de ese trienio.
A la caída del gobierno constitucional de Rómulo Gallegos, los esposos Almea enfrentaron con valentía los desmanes de la naciente dictadura y expusieron su propia seguridad al dar cobijo, en su casa, a perseguidos del régimen, entre otros, a Leonardo Ruiz Pineda y Alberto Carnevali. El propio José Almea fue aprehendido, encerrado en la cárcel y torturado. Debieron salir del país y se asilaron en México, luego en El Salvador y por último en Honduras. Fueron días difíciles que consolidaron a la pareja y quedó “definida para siempre la personalidad de esta extraordinaria mujer.”
En Honduras, Ruth, que era muy joven, fue nombrada directora fundadora de la Escuela Superior del Profesorado Francisco Morazán, reto del cual salió airosa con su esfuerzo y con la permanente orientación del gran maestro Luis Beltrán Prieto.
A los pocos días de la caída de la dictadura, el 23 de enero de 1958, la pareja Almea Lerner regresó a Venezuela.
1958 a 1984
Nuevamente en este período, ya en democracia, la Educación como la Medicina y otras ciencias empezaron a avanzar. El acceso a la educación se hizo universal porque comenzó a permear a todos los estratos de la población.
Sin embargo, había algo que la pareja no había logrado y que constituía el reto más trascendente de esta extraordinaria mujer; tenían quince años de casados y no habían podido concebir los hijos que tanto deseaban y esperaban. Ruth casi había agotado todas las pruebas, hasta que al fin los médicos le dieron la buena noticia de la seguridad de su primer embarazo y llegó Eva, en 1963, para completar la felicidad de los esposos y curar su angustia existencial y, a los pocos años, se apareció Noemí, la segunda hija, para rebosar aquella alegría primigenia. Ahora si estaba Ruth de acuerdo con su amigo Andrés Eloy Blanco cuando sentenció: “Cuando se tienen dos hijos se tiene todo el miedo del planeta”.
Y ahora Ruth si tenía todo el miedo del planeta porque debía amalgamar y combinar su capacidad de lucha: “encontrar salidas que le permitieran atender las obligaciones profesionales sin descuidar el carácter prioritario de su condición de madre”.
Durante esos años Ruth siguió siendo protagonista de la implantación de nuestra educación democrática: fue nombrada directora de la Escuela Normal Gran Colombia, directora fundadora del Instituto Experimental de Formación Docente, y del Liceo de Ensayo L. M. Urbaneja Achelpohl, en todos los cuales pudo cumplir a cabalidad sus funciones docentes y superar con creces las expectativas de su actuación directiva.
Sin embargo, allí no terminan sus excelentes servicios en ese período, pues de 1976 a 1979 fue nombrada presidenta de la Fundación Gran Mariscal de Ayacucho mediante la cual, en esos tres primeros años, cuarenta y tres mil jóvenes venezolanos, de diferentes estratos sociales, tuvieron la oportunidad de formarse en pregrado y postgrado en las más acreditadas universidades del mundo. Y fue nuestra Ruth la gran impulsora de este maravilloso programa, hoy en día casi desaparecido.
1984 a 1992
Otro cargo que dejó hondas huellas en Venezuela fue la interesante circunstancia de haber sido Ruth la primera mujer nombrada Ministra de Educación en nuestro país. Eso ocurrió en 1984 y, aunque sólo ejerció el cargo por un año, su trabajo fue intenso y fructífero y, entre otras muchas actividades de relevancia, podemos mencionar la decisión que tomó de implantar un nuevo currículo para la educación preescolar, básica y media: se elaboraron textos para todos los docentes por grados y especialidades, incluyendo, además, el Manual del Docente y el Manual de Evaluación. Lo cual, afortunadamente, fue continuado por todos los ministros de educación de ese quinquenio y culminado por la segunda ministra, la profesora Laura Castillo de Gurfinkel en 1989.
Tampoco termina aquí la labor educativa de Ruth ya que fue nombrada por el Presidente de la República, Carlos Andrés Pérez, como embajadora de Venezuela ante la Unesco, de 1989 a 1994, desde donde pudo proyectar hacia el mundo los logros educativos de nuestro país. En la Unesco coordinó el área de educación del Grupo Latinoamericano y del Caribe (Grulac) y ejerció, además, la presidencia del Grupo de los 77, el cual reunía a naciones con dificultades sociales, políticas, económicas y culturales. Bajo la presidencia de Ruth se logró que este grupo actuara como un bloque para conseguir avances en educación.
Ya en Venezuela, a partir de 1994, la profesora Ruth Lerner de Almea estuvo vinculada con la Universidad Experimental Simón Rodríguez.
El momento es oportuno para recordar ante su bella familia: Eva, Noemí, Elisa, Claudio, Claudia, María Cristina, Sofía y Coromoto las palabras que le dedicó el profesor Horacio Vanegas, a su salida del Ministerio de Educación: “Mi dama de primera, la primera Ministra de Educación que hemos tenido puede irse tranquila, sin que esta pasantía tan breve por tan espinosa senda haya menguado su prestigio, y conservar altiva su cabeza y claro el entendimiento para servir de nuevo, Para servir siempre”.
Y eso fue lo que hizo Ruth, servir siempre. Y podemos aplicarle las palabras de la Madre Teresa de Calcuta: “Bienaventurados los que saben dar sin recordar y recibir sin olvidar”.